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"El viaje no solo amplía la mente, la forma."
Bruce Chatwin
En la semana de Pascua de 2011, decidimos hacer una escapada a Ámsterdam, la capital de los Países Bajos. Volamos desde Alicante, aprovechando las vacaciones para conocer una de las ciudades más famosas de Europa. Aunque Ámsterdam es conocida por sus canales y su estilo de vida relajado, he de admitir que, para mí, no fue de las ciudades que más me cautivaron entre todas las que he visitado.
El viaje comenzó con una visita al Museo de Vincent Van Gogh, una de las principales atracciones de la ciudad. Fue una experiencia muy enriquecedora poder ver tantas obras icónicas del famoso pintor, aunque no pudimos tomar fotografías dentro del museo, excepto en el vestíbulo al llegar. Aun así, fue fascinante contemplar de cerca algunas de las pinturas más famosas de Van Gogh, y creo que es uno de los puntos destacados del viaje.
Un par de días después, paseamos por el Mercado de las Flores, que está situado junto a uno de los canales. Allí nos sumergimos en una explosión de colores, rodeados de tulipanes y otros bulbos y flores características de la región. Es un lugar que capta muy bien la esencia floral de los Países Bajos y un rincón muy pintoresco de la ciudad.
También tuvimos la oportunidad de ver desde el exterior el Palacio Real en la Plaza Dam, un edificio histórico importante que forma parte de las residencias oficiales de la Familia Real Holandesa. Sin embargo, no pudimos visitar uno de los museos más relevantes de la ciudad, el Rijksmuseum, que estaba en plena remodelación durante nuestra visita, lo cual fue una pena.
Mis impresiones personales
Ámsterdam es, sin duda, una ciudad encantadora, sobre todo para quienes disfrutan de pasear sin rumbo fijo a lo largo de sus canales. Las casas antiguas con sus fachadas inclinadas, los puentes que conectan las islas de la ciudad y las bicicletas que inundan cada rincón ofrecen una imagen que muchos encuentran inolvidable. Sin embargo, para mí, fue una ciudad que, aunque agradable, no me dejó una huella tan profunda como otras capitales europeas.
Uno de los momentos que quizás influyó en mi percepción fue el estado de la Plaza Dam. Durante nuestra estancia, la plaza estaba ocupada por una feria con una gran noria y otros elementos, lo que impedía disfrutar plenamente de la vista de este emblemático espacio. Tampoco visitamos el Museo de Madame Tussauds, que aunque popular, no despertaba demasiado interés en nuestro caso.
Otros rincones de la ciudad
Aunque mi recuerdo general de Ámsterdam se centra en sus canales y algunos edificios bonitos a lo largo de ellos, la ciudad tiene otros lugares dignos de mención que también visitamos. Un paseo por el Barrio de Jordaan nos llevó a descubrir un rincón más auténtico y local. Este barrio, lleno de pequeñas boutiques, cafeterías acogedoras y calles pintorescas, refleja una faceta más tranquila y menos turística de la vida cotidiana en Ámsterdam.
El Vondelpark, el parque urbano más grande de la ciudad, también es un lugar excelente para relajarse, aunque solo lo vimos desde el exterior. Es un espacio verde muy popular entre los locales para hacer picnics o simplemente disfrutar de un paseo, y sin duda sería un lugar ideal para desconectar un poco del bullicio de la ciudad.
Al final, Ámsterdam es una ciudad que tiene mucho que ofrecer, especialmente si disfrutas de sus museos, parques y el encanto de sus canales. Sin embargo, para mí, no destacó tanto como otros destinos que he visitado. Aun así, es un lugar que merece una visita, aunque solo sea para disfrutar de su arte, su cultura ciclista y el ambiente relajado que se respira a orillas de sus numerosos canales.