El precio de desentenderse de la política es que, acabarás siendo gobernado por los peores.
Platón
La frase "Mejor nos gobierne la derecha. Roban menos" la escuché con frecuencia en Perú durante mi residencia allí. Aunque suene tentadora, mi experiencia observando los casos de corrupción Brugal y Naseiro en España, asociados a la derecha, me confirmaron que también existe corrupción en estos partidos. Quizás roben menos, pero sigue siendo una inmoralidad y un delito.
La creencia de que la derecha es menos corrupta podría estar relacionada con el hecho de que muchos políticos de esta ideología tienen carreras exitosas fuera de la política. Leopoldo Calvo Sotelo, por ejemplo, era ingeniero y presidente de una importante empresa; José María Aznar, inspector de finanzas; y Mariano Rajoy, notario. Sin embargo, este tipo de antecedentes no garantiza que los políticos de derecha sean inmunes a la corrupción. Los escándalos de corrupción, como el Caso Bárcenas y el Caso Gürtel, demuestran que la corrupción en la derecha española ha sido significativa.
El Caso Bárcenas, que implicó a Luis Bárcenas, ex-tesorero del Partido Popular (PP), sacó a la luz una red de financiación ilegal. El Caso Gürtel, relacionado con sobornos a políticos del PP, también mostró cómo el poder puede corromper incluso a quienes tienen una sólida trayectoria profesional.
La corrupción no es exclusiva de la derecha. El Caso de los ERE en Andalucía, que afectó al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), demostró que la izquierda también ha tenido episodios graves de corrupción. Este caso involucró un fraude masivo en el uso de fondos destinados a ayudar a empresas en crisis.
La idea de que la derecha roba menos porque sus líderes tienen éxito fuera de la política simplifica un problema mucho más complejo. La corrupción no surge solo de la necesidad económica, sino también de la ambición y el deseo de poder. El sistema político es vulnerable a estos vicios, independientemente de la ideología.
A nivel europeo, los partidos de derecha han ganado terreno en países como Italia, Hungría, Finlandia y Polonia. Muchos votantes perciben que la derecha gestiona mejor y es menos corrupta que la izquierda. Sin embargo, esta percepción no siempre está respaldada por la realidad. En Italia, Giorgia Meloni ha prometido transparencia, pero aún está por verse si cumplirá esas promesas. En Hungría, Viktor Orbán, a pesar de las acusaciones de prácticas corruptas, sigue siendo popular entre quienes ven su liderazgo como una barrera frente a la corrupción de gobiernos anteriores.
En España, movimientos como Podemos, Sumar y Vox han surgido como respuestas a la corrupción en la política tradicional. Estos partidos capitalizan la indignación pública, pero su capacidad para frenar la corrupción sigue siendo discutible. A veces, los movimientos que comienzan como anticorrupción acaban cayendo en las mismas prácticas que criticaron. Caso de Alvise, por el momento.
La corrupción es un problema sistémico que no se resuelve con el cambio de partido en el poder. La solución radica en fortalecer las instituciones democráticas, garantizar la transparencia y fomentar una cultura de rendición de cuentas que trascienda las diferencias ideológicas.
El argumento de que "la derecha roba menos" puede tener un origen en experiencias puntuales, pero no debe llevarnos a la complacencia. La corrupción debe combatirse con firmeza en todos los niveles y en todas las ideologías. Para construir una sociedad más justa, necesitamos sistemas robustos que castiguen la corrupción sin importar quién esté en el poder.
En lugar de recurrir a soluciones extremas como un "cordón sanitario" para excluir a la derecha, debemos centrarnos en mejorar la calidad de la democracia. Esto implica diálogo, consenso y una ciudadanía vigilante que exija líderes responsables, sin caer en la polarización y el control de la opinión pública.
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