30 diciembre 2024

LA SELVA PERUANA



"La ciencia y la educación son pilares fundamentales para el progreso de la humanidad."


LA SELVA

Durante los cuatro años que pasé en Perú, entre 2014 y 2018, tuve la oportunidad de viajar a distintas zonas de la selva. Este inmenso territorio, que abarca 780.000 kilómetros cuadrados —casi un tercio de todo el país—, es un mundo aparte. Para ponerlo en perspectiva: su extensión supera con creces la de toda la península ibérica, que incluye a España y Portugal juntos.

La primera vez que visité la selva fue en Loreto, una región atravesada por el río Amazonas y que comparte frontera con Brasil y Colombia. Su capital, Iquitos, es el principal destino turístico de la selva peruana y una ciudad que solo se puede alcanzar por aire o por agua, ya que no hay carreteras que la conecten con el resto del país. A pesar de su aislamiento, Iquitos es vibrante y caótica, con una historia marcada por la fiebre del caucho, que la transformó entre 1879 y 1912, y por un breve renacimiento durante la Segunda Guerra Mundial.



En Iquitos, usamos la ciudad como base. Cada día salíamos temprano, volvíamos al anochecer. No nos quedamos en un lodge, esas casas de madera en medio de la selva. Preferimos dormir en el hotel, lejos del calor húmedo y los mosquitos.

El primer día fuimos a Nauta, un puerto pequeño a orillas del río. Allí tomamos una embarcación. Navegamos hasta la confluencia del Amazonas, el Marañón y el Ucayali. Tres ríos inmensos, juntándose para formar el Amazonas que sigue su curso hacia Brasil. El agua era oscura, pero todo alrededor estaba vivo: el movimiento de las aves, el silencio entre los árboles, el aire denso.j

Otro día visitamos un centro de recuperación de animales salvajes y un mariposario. Caminamos entre jaulas y senderos, viendo de cerca lo que la selva guarda y lo que intenta recuperar. Los colores de las mariposas eran tan intensos que parecían irreales. En otra excursión, conocimos a los Bora. Una comunidad que vive al borde del río. Nos invitaron a participar en una danza. Bailamos con ellos. Era algo montado para los turistas, pero no dejó de ser interesante. Una pequeña ventana a su vida, o al menos a lo que estaban dispuestos a mostrarnos.

Iquitos tiene algo distinto. Su aislamiento la hace única. No hay carreteras para llegar. Solo el aire o el río te llevan hasta allí. Desde la ciudad, los tours fluviales te prometen días y semanas en el corazón de la selva. Son caros, muy caros. Pero los que los hacen dicen que vale la pena. Navegar por el Amazonas es algo que no se olvida.

Los otros destinos de la selva que visité fueron Puerto Maldonado, en la región de Madre de Dios; Tarapoto, en San Martín; y Pucallpa, en Ucayali. Cada uno de ellos tiene su propio carácter y desafíos, pero todos comparten el calor húmedo, las lluvias torrenciales y la riqueza natural que define a la Amazonía.

Puerto Maldonado es considerado el segundo destino más importante para visitar la selva peruana, después de Iquitos. Aunque no tiene las mismas infraestructuras, las agencias de viaje suelen organizar programas completos que incluyen transporte, alojamiento y excursiones. Aquí también es fundamental viajar con todo planificado, ya que esta región tiene un lado peligroso. La explotación ilegal de oro y la tala clandestina han convertido a Madre de Dios en un lugar conflictivo, con zonas donde la presencia de turistas no es bienvenida.

Llegar a Puerto Maldonado desde Lima es sencillo en avión, pero también es posible hacerlo por carretera desde Cusco, aunque el viaje es largo y agotador: más de 10 horas para recorrer unos 450 kilómetros. A pesar de estas dificultades, Puerto Maldonado ofrece acceso a áreas protegidas como la Reserva Nacional Tambopata, donde la selva se muestra en todo su esplendor.

Tarapoto, en la región de San Martín, es distinta. La llaman la "Ciudad de las Palmeras". Está en la selva alta, donde las montañas comienzan a rendirse y dejan paso a la jungla. Es un lugar tranquilo, sin las grandes atracciones turísticas de otras ciudades. Los extranjeros no suelen llegar hasta aquí, pero para los peruanos es un destino querido. No hay vestigios arqueológicos ni templos antiguos. Su encanto está en la naturaleza, en el verde que te envuelve y en la calma de su ritmo. Pero no todo es sencillo. Esta región también enfrenta sus retos. La hoja de coca se cultiva aquí. Su economía vive entre la legalidad y lo que no se habla mucho.



Pucallpa, en la región de Ucayali, tiene otro aire. A diferencia de Iquitos, se puede llegar en carretera, lo que la hace más accesible. Pero eso no significa que sea fácil. El calor es implacable. La humedad te aplasta. En la temporada de lluvias, las tormentas y los huaicos hacen que moverse sea un problema.

A pesar de todo, tanto Tarapoto como Pucallpa son distintas a otros lugares. Hay una conexión profunda entre sus habitantes y la selva. Eso se nota. En la comida, en la música, en la forma en que viven. Allí la selva no es solo un paisaje; es parte de ellos.

La selva peruana no se parece a nada. Es densa, impredecible, desafiante. Estar allí te cambia. Viajar por sus regiones me ayudó a entender su tamaño, su fuerza, lo que significa para quienes la habitan.

En Loreto, el Amazonas es tranquilo, inmenso. En Tarapoto, la selva alta es distinta: montañas verdes.. Cada lugar tiene su propio carácter, su propia manera de mostrar lo que es la Amazonía. Un ecosistema diferente. 


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