Nunca se miente mas que después de una cacería, durante una guerra y antes de las elecciones.
Otto Von Bismark
La falacia como herramienta política
En el mes de junio de 2023 Carlos Alsina realizó una entrevista al presidente del gobierno. Esta entrevista puso sobre la mesa un fenómeno recurrente en el discurso político: el uso estratégico de la falacia. Este concepto, que en su sentido más técnico se refiere a razonamientos erróneos o engañosos que aparentan validez, se convierte en una herramienta clave para moldear percepciones, justificar acciones y perpetuar el poder. La afirmación del presidente de que nunca ha mentido, sino que ha “cambiado de opinión”, contrasta con el peso de sus promesas incumplidas y ha desatado un debate sobre la ética en el liderazgo y la manipulación discursiva en la política actual. Este ensayo analiza el concepto de falacia desde perspectivas filosófica, sociológica y dialéctica, ejemplificando su uso en la entrevista y explorando sus implicaciones para la democracia.
Desde el punto de vista sociológico, las falacias no solo son errores argumentativos, sino herramientas de manipulación de masas. Funcionan porque los seres humanos tienden a aceptar lo que parece razonable en un primer momento, especialmente cuando se presenta con autoridad o apelando a sus emociones. En el caso del presidente, su uso de la falacia del cambio de opinión razonable se apoya en el deseo de los ciudadanos de confiar en un líder que actúe en el interés del país, incluso cuando las evidencias sugieren lo contrario.
El sofisma, un razonamiento engañoso presentado como válido, aparece en la defensa del presidente cuando afirma que sus decisiones han sido beneficiosas para España sin proporcionar evidencia concreta. Al justificar alianzas con Podemos y Bildu, grupos que previamente calificó como perjudiciales para el país, el presidente espera que los ciudadanos acepten esta contradicción sin cuestionarla.
La entrevista con Alsina es un ejemplo de cómo los medios pueden y deben cuestionar a los líderes políticos. Al confrontar al presidente con sus contradicciones, Alsina cumplió con el rol de la prensa como vigilante del poder. Sin embargo, la efectividad de este tipo de periodismo depende de que los ciudadanos estén dispuestos a analizar críticamente las respuestas de sus líderes.
Por otro lado, los políticos también utilizan los medios para reforzar sus falacias. El framing, o enmarcado, es una técnica que consiste en presentar la información de manera que influya en la percepción pública. Por ejemplo, al describir sus pactos como necesarios para el “progreso de España”, el presidente recurre a un marco interpretativo que justifica sus decisiones controvertidas.
Los votantes tienen un papel crucial en exigir coherencia y transparencia. Penalizar el uso de falacias en el discurso político es una forma de desalentar la manipulación y promover la honestidad.
Propuestas como mecanismos de rendición de cuentas más estrictos o la implementación de medidas para verificar el cumplimiento de promesas electorales podrían ayudar a reducir la prevalencia de las falacias en la política.
En la filosofía, las falacias son errores en la lógica del razonamiento. Son como trampas en un camino que aparenta ser claro y recto, pero que está lleno de desvíos que nos llevan a conclusiones incorrectas. Por ejemplo, la falacia ad hominem, que ataca a la persona en lugar de sus argumentos, o el argumentum ad populum, que apela a lo que "todos creen", son herramientas que desvían la atención de los hechos y la lógica hacia emociones o prejuicios.
El presidente, al afirmar que sus cambios de postura son legítimos porque responden a “motivos coyunturales”, recurre a una variante del sofisma: intenta justificar acciones contrarias a sus promesas apelando a razones genéricas y poco verificables, ignorando la lógica básica de la coherencia política.
La sociedad contemporánea, polarizada y saturada de información, es terreno fértil para que las falacias proliferen. Los líderes políticos, conscientes de esto, utilizan discursos diseñados no para convencer con hechos, sino para consolidar bases de apoyo emocional, lo que puede derivar en una desconfianza generalizada hacia las instituciones democráticas.
En la dialéctica, las falacias son técnicas discursivas que buscan ganar debates desviando el enfoque de la cuestión central. Esto ocurre claramente en la entrevista con Alsina, donde el presidente empleó estrategias como la falacia de distracción (responder indirectamente aludir a "coyunturas políticas") o el argumento circular (sugerir que sus decisiones eran correctas porque “han beneficiado al país”).
La entrevista con Carlos Alsina es un ejemplo revelador de cómo las falacias se entrelazan en el discurso político. Al afirmar que nunca ha mentido, sino que ha cambiado de opinión, el presidente evadió una confrontación directa con sus promesas incumplidas: no pactar con Podemos, no indultar a políticos, no interferir en el Poder Judicial, entre otras. Este análisis desglosa las principales falacias utilizadas y su impacto.
Durante la campaña, el presidente se posicionó contra pactos con Podemos y Bildu, argumentando que serían un desastre para el país. Sin embargo, tras formar coaliciones con estos partidos, recurrió a la reducción al absurdo para invalidar su postura anterior, sugiriendo que las circunstancias lo forzaron a tomar decisiones extremas en beneficio del país. Este razonamiento lleva el debate a un nivel especulativo, desviando la atención de sus compromisos originales.
Otra estrategia fue apelar a los supuestos beneficios de sus decisiones, citando logros políticos ambiguos como prueba de su efectividad. Esta táctica, común en el discurso político, carece de un respaldo empírico claro y se basa en la confianza que los ciudadanos depositan en su autoridad como presidente.
El uso de falacias en la política tiene un efecto corrosivo en la confianza ciudadana. Cada vez que un líder tergiversa la verdad o manipula el razonamiento, refuerza la percepción de que los políticos son inherentemente deshonestos. Esto, a su vez, alimenta la apatía y el cinismo entre los votantes, debilitando el sistema democrático.
Cuando los líderes políticos utilizan falacias de manera consistente, estas se normalizan como parte del discurso público. La “ventana de Overton” —un concepto sociológico que describe cómo lo inaceptable se convierte en aceptable a través de la gradual exposición— ilustra cómo los ciudadanos pueden llegar a aceptar la incoherencia y la manipulación como características inevitables de la política.
El uso sistemático de falacias erosiona los pilares fundamentales de la democracia: la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto por la verdad. Cuando los líderes no son responsables de sus promesas, se genera un vacío en la relación entre gobernantes y gobernados, aumentando la desafección política.
Para combatir las falacias en la política, es esencial que los ciudadanos desarrollen habilidades de pensamiento crítico. Esto implica aprender a identificar razonamientos defectuosos y exigir argumentos basados en evidencia.
La entrevista del presidente con Carlos Alsina ejemplifica cómo las falacias pueden ser utilizadas para desviar la atención de las contradicciones y justificar decisiones cuestionables. Sin embargo, también subraya la importancia de una ciudadanía informada y de una prensa crítica en la defensa de la democracia. Solo a través del análisis riguroso y la exigencia de rendición de cuentas se puede garantizar que los líderes políticos actúen en beneficio del interés común, en lugar de perpetuar su propio poder.
En este contexto, la lucha contra las falacias no es solo una batalla por la lógica, sino por la integridad de las instituciones democráticas. Mientras los líderes políticos sigan utilizando estas tácticas para manipular a las masas, la responsabilidad recae en los ciudadanos y los medios para exponerlas y exigir un discurso basado en hechos y coherencia.
¿Es falacía? |
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