La arrogancia de un cretino solo es superada por su incapacidad para entender su propia necedad.
Mi *cretinodiamómetro* no es más que mi pulsera. Tiene una característica peculiar que la convierte en este dispositivo tan especial: mide la cantidad de "cretinos" que se sorprenden al verla o que jamás se habían dado cuenta de que la llevo. Al final del día, anoto cuántos me han preguntado o exclamado al verla la frase típica "¡Anda, llevas la pulserita!" Grandes dotes de observación, sin duda.
A finales de este verano, decidí usar una pulsera azul con los colores de la bandera de España. Me inspira ver cómo en otros países, las personas muestran con orgullo sus banderas. Los japoneses, con su sol naciente; los británicos, con su bandera cruzada; los peruanos, con el rojo y blanco, y los estadounidenses, con sus estrellas y franjas. Todos la exhiben con orgullo, ya sea en la solapa de una chaqueta, una gorra o cualquier prenda. La bandera es uno de los símbolos de identidad de un Estado, independientemente de su forma de gobierno. Japón y Reino Unido son monarquías; Perú y Estados Unidos, repúblicas. Los gobiernos cambian según el voto de sus ciudadanos, pero la bandera no pertenece a ninguna ideología o partido. Junto al himno y el escudo, es uno de los símbolos más importantes de cualquier nación.
En España, parece que la relación con los símbolos nacionales es diferente. Algunos ciudadanos, especialmente en ciertas regiones, muestran reticencia hacia los símbolos del Estado, como la bandera o el himno. Estas regiones, aunque forman parte de un Estado único con una pluralidad administrativa similar a la de muchos países europeos, no siempre aceptan su pertenencia a un conjunto mayor. Este rechazo se extiende a la simbología nacional, especialmente entre partidos de ideología izquierdista, que consideran la bandera un patrimonio exclusivo de aquellos que piensan de manera opuesta a ellos.
Hace más de dos mil años, las tribus que habitaban la península ibérica, como los celtas, suevos, vándalos, visigodos y otros, fueron sometidas a las formas de gobierno de la época y evolucionaron. Ningún territorio o pueblo de la península intentó volver a formas primitivas de gobierno. Las tribus desaparecieron, al igual que los reyes romanos, los señores feudales, califas y emires.
Las ideologías que propusieron formas de gobierno como el comunismo o el nacionalismo, ya fuera hitleriano, italiano o franquista, también quedaron en el pasado. Hoy, muchos ciudadanos rechazamos modelos de gobierno como los de Cuba, Venezuela, Rusia, Bielorrusia, Irán o Sudán, y buscamos avanzar hacia democracias más inclusivas y representativas.
Llevo la pulsera con la bandera de España porque es una decisión personal y refleja mi convicción y respeto hacia los símbolos nacionales.
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