La salud del pueblo es la ley suprema."
(Salus populi suprema lex esto.).
Cicerón
Cursus Honorum
En Roma, no llegabas al poder, a "Senador" por accidente. Había reglas. Primero eras "cuestor", manejabas cuentas públicas. Después, "edil", encargándote de las ciudades. Más tarde, "pretor", ya con un pie en el Senado. Y si sobrevivías al sistema, al juego de intrigas y alianzas, tal vez terminabas como "cónsul". Así funcionaba el cursus honorum. Para llegar al poder, tenías que haber pasado por algo. Haber superado etapas y haber tenido reponsabilidades. No todo era mérito, claro. Ser rico y bien conectado ayudaba. Pero al menos había un orden.
Ahora todo es distinto. Cualquiera puede llegar a la política nacional.No importa si sabes algo de economía o de leyes. Si dices lo que la gente quiere escuchar, si juegas bien tus cartas en las redes sociales, estás dentro. Algunos lo llaman democracia. Otros, desastre.
Pero no es tan simple. En Roma, el cursus honorum no era inclusivo. Si eras pobre, mujer, imposible ostentar un cargo representativo. Hoy, en cambio, cualquiera puede postularse. Eso suena bien en teoría. Más gente, más diversidad, más voces. Pero también abre la puerta a la incompetencia. Ya no necesitas cicatrices en la piel, ni experiencia en el campo. Solo necesitas votos.
Y ahí está el problema. Gobernar no es fácil. Hacen falta decisiones rápidas, entender números, lidiar con problemas que te superan. ¿Cómo haces eso si no sabes nada? Algunos creen que los asesores son la solución. Esos tipos con maestrías, los que preparan los discursos, los que hacen las cuentas. Pero los asesores no son elegidos. No tienen cara pública. No se les puede echar la culpa. Al final, las decisiones quedan en manos de los representantes, por muy poco preparados que estén.
¿Deberíamos exigirles más? Indudablemente. Tal vez sería útil obligarlos a pasar un curso sobre economía básica, ética pública, derecho constitucional.
En la política moderna, como en el cursus honorum, hay un equilibrio que nadie ha resuelto del todo. En Roma, tenían experiencia, pero solo unos pocos privilegiados. Hoy tenemos inclusión, pero a veces a costa de la falta de preparación en el politico. Los dos sistemas cojean, pero ninguno tiene respuesta para la misma pregunta: ¿cómo asegurarnos de que los líderes estén a la altura de las circunstancias?
El problema es que nadie tiene tiempo para pensar en esto. Ni los políticos ni los votantes. Hay demasiadas urgencias. Por eso, los senadores siguen tomando café frío, leyendo discursos que no entienden, escuchando aplausos de gente que tampoco entiende lo que aplaude. Es un sistema imperfecto. Como todo lo humano.
Y ahí vamos. Entre lo que parece ser y lo que es. Igual que en Roma. Solo que ahora los laureles son trending topics y los cuarteles son las sedes de los partidos politicos.
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