El terror no solo hiere cuerpos, destruye también la esperanza en lo humano.
Hace unos días me llegó un articulo publicado en Canarias, que se puede leer íntegramente ese este enlace : https://canariasenpositivo.com/quien-derroto-a-eta/
Su título: ¿Quien derrotó a ETA?.
Su autor es el Ex Fiscal General del Estado Eligio Hernandez Gutierrez.
La historia de ETA está marcada por un legado de violencia y terror que dejó profundas cicatrices en la sociedad española. Desde su primer asesinato en 1968, la banda terrorista cometió 853 asesinatos, perpetró 3.500 atentados y ocasionó más de 7.000 víctimas. Entre los afectados se cuentan 2.632 heridos, 86 secuestrados y un número indeterminado de amenazados y exiliados. Además, la violencia de ETA no distinguió edades, asesinando a 22 niños a lo largo de su actividad.
Uno de los atentados más atroces fue el de Hipercor en 1987, en el que murieron 21 personas, incluidas cuatro niños, y 45 más resultaron heridas. Estos hechos demuestran la brutalidad de una organización que no dudó en emplear métodos indiscriminados para avanzar su agenda.
La mayoría de sus víctimas fueron fuerzas de seguridad del Estado, con 236 guardias civiles, 149 policías nacionales y 86 miembros de las Fuerzas Armadas asesinados. Además, ETA también atentó contra políticos, principalmente del PP y del PSOE, asesinando a 32 representantes, entre ellos figuras clave como Fernando Buesa, Juan María Jáuregui y Ernest Lluch.
Un nombre que se ha vuelto inseparable del debate sobre ETA es el de Arnaldo Otegi. Otegi, condenado por el secuestro de Luis Abaitua, director de la fábrica Michelin en 1979, y vinculado al secuestro de Javier Rupérez, ha sido una figura controvertida. Hoy en día, lidera BILDU, un partido político que promueve la independencia del País Vasco y ha firmado acuerdos con el gobierno actual para asegurar la estabilidad legislativa.
Esto nos lleva a pensar que para algunos, Otegi ha pasado de ser un criminal a un “hombre de paz”, tal como lo describió el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, su pasado sigue siendo una herida abierta para muchas de las víctimas de ETA y sus familiares, quienes ven con escepticismo su papel en la política actual. Aunque democráticamente elegido, es inevitable que la historia de violencia de ETA, y el rol de antiguos miembros como Otegi, siga generando polémica en el escenario político español.
Es interesante comparar la percepción pública de BILDU y ETA con la de VOX, un partido político que, aunque fundado hace menos de cinco años y sin vínculos con actividades terroristas, ha sido etiquetado como peligroso por ciertos sectores progresistas. Mientras BILDU, con sus raíces en la izquierda abertzale, es aceptado en el marco político actual, VOX, a pesar de no tener antecedentes criminales ni haber incurrido en actos de violencia, es señalado como una amenaza.
Esta aparente contradicción pone en tela de juicio las narrativas políticas que prevalecen en España. ¿Por qué un partido como VOX, que propone un programa político legítimo, es visto con desconfianza, mientras que un partido con ex miembros condenados de ETA forma parte de la política nacional sin tanto rechazo?
Uno de los factores clave en esta percepción es el papel de los medios de comunicación. Dependiendo de su línea editorial, algunos medios demonizan a ciertos partidos, mientras suavizan o justifican la actuación de otros. Esta manipulación de la información afecta directamente a la percepción pública, creando una distorsión sobre qué opciones políticas son aceptables o peligrosas.
En una democracia, los ciudadanos deberían votar basándose en los programas políticos de los partidos, no en la imagen que ciertos medios intentan imponer. Es preocupante que muchos medios contribuyan a polarizar el debate político en lugar de ofrecer una información imparcial.
El verdadero valor de una democracia radica en la pluralidad de ideas y en la capacidad de los ciudadanos de elegir libremente a sus representantes, basándose en propuestas y no en prejuicios. Si bien VOX puede tener propuestas que generan controversia, como la derogación masiva de leyes, lo importante es que los ciudadanos evalúen el programa político de cada partido de forma objetiva.
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