26 octubre 2023

LOMBARDIA SEÑORIAL










"Viajar es descubrir que todos están equivocados acerca de otros países"


 

 

La última región italiana que visitamos antes de que el mundo cambiara radicalmente por la pandemia de COVID-19 fue Lombardía, en agosto de 2019. En ese momento, jamás habríamos imaginado que, solo unos meses después, esos mismos paisajes que nos cautivaron se convertirían en el epicentro de una crisis mundial que paralizaría el planeta.


Bérgamo, con sus encantadoras calles empedradas y su atmósfera medieval, nos hizo sentir como si hubiéramos viajado en el tiempo. Sus murallas y plazas evocaban una historia que parecía cobrar vida a cada paso. Brescia, por otro lado, fue una grata sorpresa, con su calma serena y sus tesoros ocultos, dejando una huella silenciosa pero profunda en nuestra memoria.


Mantua nos dejó sin palabras con su impresionante arquitectura renacentista, mientras que Cremona, con su majestuoso centro histórico, fue un descubrimiento que nos llenó de alegría. Milán, por supuesto, no se queda atrás: una vibrante fusión de moda contemporánea y tradición histórica que se siente en cada esquina.


Y finalmente, Padua, con sus raíces venecianas, nos asombró por su belleza y encanto. Cada ciudad, cada rincón de Lombardía, fue una experiencia única, llena de historia, arte y cultura, que ahora, en retrospectiva, se siente aún más significativa.



Plaza Ayuntamiento Bergamo




 Nuestra aventura en Lombardía comenzó en el aeropuerto de Alicante, el 6 de agosto, donde abordamos un vuelo de Ryanair con destino a Bérgamo. El trayecto fue tranquilo, sin contratiempos, y aterrizamos alrededor del mediodía en esta pequeña ciudad italiana. Habíamos optado por volar a Bérgamo en lugar de Milán, lo que resultó una opción mucho más económica, y al llegar, ya nos esperaba el coche de alquiler que habíamos reservado con antelación.


Para nuestra primera noche, elegimos el hotel B&B Bérgamo, un lugar acogedor y bien ubicado. Tras instalarnos y descansar brevemente, salimos a comer a un restaurante cercano, donde disfrutamos de los primeros sabores auténticos de la gastronomía local. Luego de una breve siesta, comenzamos nuestra exploración del casco antiguo de Bérgamo. Nuestro hotel estaba en la parte moderna de la ciudad, lo que nos obligó a caminar unos 20 minutos hasta la parada del funicular que nos llevaría a la parte alta, la joya histórica de la ciudad.


El funicular, pintoresco, nos elevó hasta el corazón de la Bérgamo medieval. Justo cuando estábamos por llegar a la plaza del Ayuntamiento, una tormenta inesperada nos sorprendió. Nos refugiamos en un restaurante local, donde pasamos más de una hora, contemplando cómo la lluvia caía sobre las antiguas piedras de la ciudad, añadiendo un toque inesperado al paisaje.


El segundo día amaneció con cielos despejados, y con ese clima más amable, retomamos nuestro recorrido por el casco antiguo de Bérgamo. La catedral y los templos renacentistas, que se alzan majestuosos entre las murallas, nos dejaron perplejos. Tras una mañana intensa de exploración, disfrutamos de una comida antes de marchar de la ciudad. Con el coche de alquiler ya listo, nos dirigimos hacia nuestro siguiente destino, dispuestos a descubrir más de la región de Lombardía.



Plaza de Brescia



Llegamos a Brescia la tarde del día 7, dispuesto a descubrir otra joya italiana. Nuestro alojamiento, el Centro Paolo VI, resultó ser un lugar lleno de historia y serenidad. Con su aire eclesiástico, este edificio conserva su esencia, pero abre sus puertas a viajeros de todos los rincones del mundo, ofreciéndonos una estancia tranquila y única.


Después de instalarnos, salimos a recorrer el corazón de la ciudad. Caminamos por sus calles durante aproximadamente una hora, admirando la tranquilidad y elegancia de Brescia, cuando de repente una tormenta nos sorprendió. Tuvimos que refugiarnos bajo los antiguos soportales que bordean las plazas del centro.


El día siguiente amaneció despejado, y lo primero que visitamos fueron los restos del antiguo teatro romano. A pesar de su estado ruinoso, era fácil imaginar la grandeza que un día tuvo este recinto. No muy lejos, también exploramos los vestigios del foro, otro testimonio del esplendor pasado de la ciudad.


Después de disfrutar de una deliciosa comida en Brescia, partimos rumbo a Padua, pero no sin antes hacer una parada en el Lago de Garda. Allí, visitamos Sirmione y su impresionante castillo, que se alza a orillas del lago como una fortaleza sacada de un cuento de hadas. La vista del lago y el castillo fue una pausa perfecta antes de continuar nuestro viaje.


Llegamos a Padua, una ciudad del Véneto, por la tarde del 8 de agosto, y dedicamos la siguiente jornada a explorarla con calma. Como mencioné en la sección del Véneto, Padua tiene una serie de edificios renacentistas fascinantes. El Palacio de las Regiones fue uno de mis favoritos, con su imponente estructura que habla de un tiempo de esplendor. También visitamos la antigua Universidad, un lugar lleno de historia y conocimiento.


Tras finalizar nuestro recorrido por Padua, continuamos con el siguiente tramo del viaje. Afortunadamente, todas las ciudades de esta región están bastante cerca entre sí, lo que hace que los trayectos en coche sean cómodos, de poco más de una hora. Así, cada etapa del viaje fue una oportunidad para sumergirnos en la rica historia y la belleza de Italia, sin prisas, pero con el asombro siempre presente.




 


 

Plaza Ayuntamiento Mantua
 


Nuestra siguiente parada fue Mantua, una joya renacentista que, a diferencia de otras ciudades italianas más conocidas, permanece algo alejada de los circuitos turísticos más concurridos. Este carácter menos explorado añade un encanto especial, y así nos recibió, con una atmósfera histórica que parecía susurrar historias de arte y poder a cada paso.


Nos alojamos en un acogedor B&B a las afueras, lo que nos permitió disfrutar de la tranquilidad de la periferia sin alejarnos demasiado del  corazón antiguo de la ciudad. Una vez allí, nos dirigimos al centro, donde la imponente Catedral de Mantua se alza como el epicentro de su plaza. Su fachada dominaba la escena, marcando el punto de partida para nuestra exploración.


Los palacios e iglesias, con siglos de arte plasmado en sus paredes y fachadas, eran un recordatorio constante del poder que Mantua ejerció en la época del Renacimiento. Pero la verdadera joya de la ciudad fue, sin duda, el Palacio del Té. La visita a este majestuoso edificio fue un auténtico viaje en el tiempo, llevándonos de vuelta al Renacimiento con cada sala que recorríamos.


Una de las más memorables fue la Sala de los Caballos, cuyas frescas paredes parecían sacadas directamente de una escena de la serie *Los Medici*, evocando la vida cortesana y la grandeza de aquellos tiempos. La delicadeza y grandeza artística define este palacio.


Mantua, con su ambiente apacible, resultó ser una ciudad perfecta para disfrutar con calma, ofreciendo una experiencia que combina la majestuosidad de su historia con una tranquilidad que hace que la estancia sea especialmente agradable.



Catedral de Cremona


Al llegar a Cremona, nos encontramos con una verdadera joya escondida en el corazón de Italia. Lejos de las rutas turísticas más transitadas, esta ciudad nos envolvió de inmediato en su encanto único, desplegando un espectáculo arquitectónico que es imposible ignorar. La protagonista indiscutible es su majestuosa catedral, cuyo campanario, el famoso Torrazzo, domina el horizonte. Esta imponente torre es una maravilla por sí misma, y junto a la catedral, que combina estilos románico, gótico y renacentista, crea una estampa que parece sacada de otra época.


El centro urbano de Cremona es un entramado de calles pintorescas que invitan a perderse y disfrutar de su historia en cada esquina. Al pasear por sus adoquinadas vías, nos vimos inmersos en la serenidad de la ciudad, pero también en su vibrante esencia local. Las terrazas de los bares diseminadas por el casco viejo y la plaza del Ayuntamiento fueron el lugar perfecto para detenernos y apreciar el ambiente, tomando un respiro mientras contemplábamos la vida cotidiana de los habitantes.


Cremona, vibrante pero al mismo tiempo tranquila, nos sorprendió por completo. Es una de esas ciudades que, aunque no suele figurar en las guías turísticas más populares, merece ser descubierta por quienes buscan una experiencia auténtica, llena de belleza y serenidad.




Catedral de Milan


La tarde del 11 de agosto nos recibió en Milán con un sol resplandeciente, mientras nos instalábamos en el NH Milano. Tras dejar nuestras maletas, el resto del día nos llevó a explorar el centro de la vibrante capital de Lombardía. El metro nos transportó rápidamente al corazón de la ciudad: la icónica plaza del Duomo. Allí, la majestuosa catedral de Milán, con su deslumbrante fachada de mármol blanco, parecía brillar bajo el cielo diáfano. Bañada por la luz dorada del atardecer, nos regaló una visión simplemente extraordinaria.


Decidimos caminar sin alejarnos demasiado y pronto llegamos a las famosas Galerías Vittorio Emanuele II, un verdadero templo del estilo y la elegancia milanesa. Bajo su cúpula de cristal, los escaparates de las boutiques de lujo reflejaban el esplendor de la ciudad. Siguiendo nuestro paseo, nos detuvimos frente a la prestigiosa Ópera de La Scala, un emblema cultural que lamentablemente estaba cerrada en ese momento, pero que impone su presencia histórica incluso desde el exterior.


Al día siguiente, regresamos al centro de Milán para una visita más detallada. Comenzamos la mañana explorando el interior de la Catedral del Duomo, donde la arquitectura gótica nos sorprendió con su grandeza espiritual. Después, nuestros pasos nos llevaron al Castillo Sforzesco, una impresionante fortificación que con sus vastos jardines parece desafiar al tiempo, ofreciendo un remanso de paz en medio de la ciudad.


Para culminar nuestra estancia en Milán, llegamos al convento de Santa María delle Grazie, donde reside uno de los mayores tesoros del Renacimiento: *La Última Cena* de Leonardo da Vinci. Aunque solo pudimos admirar el lugar desde afuera, sentir la proximidad de esta obra maestra nos dejó con una sensación de asombro.


Milán, con su mezcla de monumentos históricos, secretos artísticos y elegancia contemporánea, nos dejó una huella imborrable. Finalmente, con el corazón lleno de recuerdos y el equipaje cargado de experiencia. Nos gustaría regresar alguna otra vez.



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